Dar
cuenta en torno al concepto de sociedad en sí resulta un problema de relativa
complejidad en el marco de los procesos de construcción teórico-sociológica,
puesto que tal categoría constituye un fenómeno cuya definición puede
concebirse esquiva y controversial –típico en las categorías y constructos de
las ciencias sociales-.
Pese a que prima facie se pone de relieve cierta convención en relación con lo
que implica la sociedad y cuáles serían sus facetas más idóneas en términos de
idealización y reflexión filosófico-política, ésta puede entenderse, simple y
lisamente, como una cotidianidad que comprende un cúmulo de interacciones y
relaciones intersubjetivas, a partir de unas determinadas circunstancialidades
enunciativas, sobre la base de unos valores, unos intereses y unas ideas que se
caracterizan por divergir o discrepar entre sí.
Es por ello, que en el marco de toda
dinámica social se hace patente un fenómeno o una variable que es ubicua: la
política, que hace alusión a los modos de organización societal o a las
instancias institucionales en las que se ejerce el poder (constituyéndose
además como el ámbito donde se suscita una variedad de pugnas tendientes a su
consecución) en pos de mitigar los diversos conflictos, desavenencias y
problemas sociales, mediante prácticas inherentes a lo consensual (la
negociación y los acuerdos entre las partes involucradas), recurriendo a una
determinada panoplia de dispositivos normativos.
Ahora bien, debido a que el
conflicto es consustancial a la política y lo político, entonces ninguna
sociedad puede eludir tales circunstancialidades; el disenso nos define, de
algún modo u otro, como sujetos. Todo ello nos insta, por consiguiente, a reflexionar
filosófico-políticamente con respecto a una sociedad mejor. ¿Es posible?
¿Cuándo? ¿Cómo? Siendo esto así, es menester enfatizar la relevancia de la
democracia en tanto régimen político que se cimenta y fundamenta en el
pluralismo político-cultural en el que, a través de la implementación de
determinados mecanismos institucionales-procedimentales (equilibrio entre los
órganos del poder público y los “sistemas de pesos y contrapesos”), se procura
la ampliación de las libertades civiles, políticas, económicas y culturales, en
función de garantizar de modo significativo ciertas oportunidades vitales (en
la jerga del sociólogo alemán Dahrendorf), procurando una participación más
abierta, transparente y vinculante de los sujetos en el proceso de toma de
decisiones políticas –en palabras del sociólogo británico Charles Tilly-.
De
lo anteriormente enunciado se deduce que el ejercicio reflexivo inherente de la
filosofía política se centra en juicios valorativos, lógica, coherente y
consistentemente hilvanados, sobre las formas de ejercer el gobierno en aras
del desarrollo humano, priorizando el control del poder por medio de mecanismos
del poder eo ipso. “El hombre es un fin en sí mismo”
enfatizaba el filósofo alemán Immanuel Kant. ¡He allí lo sustancial de la
Política democrática! De manera que la democracia amerita de sujetos cuya ratio responda al florecimiento y al
robustecimiento de las virtudes cívicas, que les permitan desempeñarse
probamente en la esfera pública.
Lacónicamente,
la democracia demanda demócratas; es decir, sujetos que asuman a cabalidad el
concepto de ciudadanía (conjunción de derechos y deberes), o sea, disposiciones
y rasgos psicosociales en virtud de los cuales puedan desenvolverse probamente
en el campo político, ya sea en las instituciones del Estado, la sociedad
política (partidos) o la sociedad civil.
Siguiendo
la secuencia argumentativa, en todo marco sociopolítico democrático, la
educación encarna y representa un aspecto neurálgico y vital en el cual el
sujeto puede llegar a constituirse como tal por medio del forjamiento de su
carácter, para que, en consecuencia, logre ser lo suficientemente circunspecto,
sosegado y prudente (“sophrosiné” le
denominaban los griegos) en sus relaciones intrasubjetivas (consigo mismo),
intersubjetivas (con los otros) y transubjetivas (con lo otro, por ejemplo: el
medio ambiente) –en la jerga del psicólogo Pichón Riviere-.
Por
tal razón, la educación –en tanto praxis humana- radica, de acuerdo con el
pedagogo español Víctor García-Hoz, en un
“descubrimiento de la senda de la perfección y refuerzo del impulso para
seguirla”, en el que se concibe supremamente importante develar lo que está
oculto y refinar lo que se afirma desde las discursividades del sentido común. He allí la esencia del
pensamiento sociológico, según lo sistemáticamente abordado por el sociólogo
recién fenecido Zygmunt Bauman.
De
igual manera, es supremamente importante manifestar que sin cultura política cívica
es inviable la democracia; por lo tanto, la
educación o la formación sociopolítica (desde las instituciones educativas), se
erige como una conditio sine qua non
para la consolidación de este régimen político o sistema de gobierno sui generis, en el que como sujetos
podamos coexistir y convivir reconociendo y respetando
nuestras diferencias, pero que, fundamentalmente, nos lleve a reproducir esquemas
socioculturales en virtud de los cuales sea viable la estructuración y la
institucionalización –en un sentido sociológico- de prácticas políticas
cónsonas a la democracia y a su respectiva lógica funcional .
En
definitiva, la educación formativa, orientativa y permanente en torno a la
Política es vital, ya que si nos desentendemos de ella, lamentablemente,
aquellos que sí se interesen (por ella) tomarán decisiones, desde las
instancias o agencias gubernativas, que afectarán indubitablemente a nuestras
vidas –parafraseando al historiador británico Arnold Toynbee-. ¡Queda de
nosotros el cultivo de nuestras actitudes cívicas! Saque sus conclusiones,
estimado lector…
El
politólogo Rohmer Samuel Rivera Moreno es responsable, en la actualidad, de la línea
sobre Discurso Político en el Laboratorio de Investigaciones Semióticas y
Literarias (LISYL) de la Universidad de Los Andes, Núcleo Universitario “Rafael
Rangel” (Trujillo-Venezuela).
Este artículo se publicó en el portal de Arenga Digital el día 14 de enero de 2017: http://arengadigital.com/que-sociedad-queremos-la-educacion-proceso-neuralgico-para-la-formacion-de-ciudadania/
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