sábado, 14 de enero de 2017




Dar cuenta en torno al concepto de sociedad en sí resulta un problema de relativa complejidad en el marco de los procesos de construcción teórico-sociológica, puesto que tal categoría constituye un fenómeno cuya definición puede concebirse esquiva y controversial –típico en las categorías y constructos de las ciencias sociales-.
            Pese a que prima facie se pone de relieve cierta convención en relación con lo que implica la sociedad y cuáles serían sus facetas más idóneas en términos de idealización y reflexión filosófico-política, ésta puede entenderse, simple y lisamente, como una cotidianidad que comprende un cúmulo de interacciones y relaciones intersubjetivas, a partir de unas determinadas circunstancialidades enunciativas, sobre la base de unos valores, unos intereses y unas ideas que se caracterizan por divergir o discrepar entre sí.

            Es por ello, que en el marco de toda dinámica social se hace patente un fenómeno o una variable que es ubicua: la política, que hace alusión a los modos de organización societal o a las instancias institucionales en las que se ejerce el poder (constituyéndose además como el ámbito donde se suscita una variedad de pugnas tendientes a su consecución) en pos de mitigar los diversos conflictos, desavenencias y problemas sociales, mediante prácticas inherentes a lo consensual (la negociación y los acuerdos entre las partes involucradas), recurriendo a una determinada panoplia de dispositivos normativos.
            Ahora bien, debido a que el conflicto es consustancial a la política y lo político, entonces ninguna sociedad puede eludir tales circunstancialidades; el disenso nos define, de algún modo u otro, como sujetos. Todo ello nos insta, por consiguiente, a reflexionar filosófico-políticamente con respecto a una sociedad mejor. ¿Es posible? ¿Cuándo? ¿Cómo? Siendo esto así, es menester enfatizar la relevancia de la democracia en tanto régimen político que se cimenta y fundamenta en el pluralismo político-cultural en el que, a través de la implementación de determinados mecanismos institucionales-procedimentales (equilibrio entre los órganos del poder público y los “sistemas de pesos y contrapesos”), se procura la ampliación de las libertades civiles, políticas, económicas y culturales, en función de garantizar de modo significativo ciertas oportunidades vitales (en la jerga del sociólogo alemán Dahrendorf), procurando una participación más abierta, transparente y vinculante de los sujetos en el proceso de toma de decisiones políticas –en palabras del sociólogo británico Charles Tilly-.
De lo anteriormente enunciado se deduce que el ejercicio reflexivo inherente de la filosofía política se centra en juicios valorativos, lógica, coherente y consistentemente hilvanados, sobre las formas de ejercer el gobierno en aras del desarrollo humano, priorizando el control del poder por medio de mecanismos del poder eo ipso. “El hombre es un fin en sí mismo” enfatizaba el filósofo alemán Immanuel Kant. ¡He allí lo sustancial de la Política democrática! De manera que la democracia amerita de sujetos cuya ratio responda al florecimiento y al robustecimiento de las virtudes cívicas, que les permitan desempeñarse probamente en la esfera pública.
Lacónicamente, la democracia demanda demócratas; es decir, sujetos que asuman a cabalidad el concepto de ciudadanía (conjunción de derechos y deberes), o sea, disposiciones y rasgos psicosociales en virtud de los cuales puedan desenvolverse probamente en el campo político, ya sea en las instituciones del Estado, la sociedad política (partidos) o la sociedad civil.
Siguiendo la secuencia argumentativa, en todo marco sociopolítico democrático, la educación encarna y representa un aspecto neurálgico y vital en el cual el sujeto puede llegar a constituirse como tal por medio del forjamiento de su carácter, para que, en consecuencia, logre ser lo suficientemente circunspecto, sosegado y prudente (“sophrosiné” le denominaban los griegos) en sus relaciones intrasubjetivas (consigo mismo), intersubjetivas (con los otros) y transubjetivas (con lo otro, por ejemplo: el medio ambiente) –en la jerga del psicólogo Pichón Riviere-.
Por tal razón, la educación –en tanto praxis humana- radica, de acuerdo con el pedagogo español Víctor García-Hoz, en un “descubrimiento de la senda de la perfección y refuerzo del impulso para seguirla”, en el que se concibe supremamente importante develar lo que está oculto y refinar lo que se afirma desde las discursividades del sentido común. He allí la esencia del pensamiento sociológico, según lo sistemáticamente abordado por el sociólogo recién fenecido Zygmunt Bauman.
De igual manera, es supremamente importante manifestar que sin cultura política cívica es inviable la democracia; por lo tanto, la educación o la formación sociopolítica (desde las instituciones educativas), se erige como una conditio sine qua non para la consolidación de este régimen político o sistema de gobierno sui generis, en el que como sujetos podamos coexistir y convivir reconociendo y respetando nuestras diferencias, pero que, fundamentalmente, nos lleve a reproducir esquemas socioculturales en virtud de los cuales sea viable la estructuración y la institucionalización –en un sentido sociológico- de prácticas políticas cónsonas a la democracia y a su respectiva lógica funcional .
En definitiva, la educación formativa, orientativa y permanente en torno a la Política es vital, ya que si nos desentendemos de ella, lamentablemente, aquellos que sí se interesen (por ella) tomarán decisiones, desde las instancias o agencias gubernativas, que afectarán indubitablemente a nuestras vidas –parafraseando al historiador británico Arnold Toynbee-. ¡Queda de nosotros el cultivo de nuestras actitudes cívicas! Saque sus conclusiones, estimado lector…

El politólogo Rohmer Samuel Rivera Moreno es responsable, en la actualidad, de la línea sobre Discurso Político en el Laboratorio de Investigaciones Semióticas y Literarias (LISYL) de la Universidad de Los Andes, Núcleo Universitario “Rafael Rangel” (Trujillo-Venezuela). 
Este artículo se publicó en el portal de Arenga Digital el día 14 de enero de 2017: http://arengadigital.com/que-sociedad-queremos-la-educacion-proceso-neuralgico-para-la-formacion-de-ciudadania/

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Politólogo oriundo de Valera, estado Trujillo (Venezuela). 28 años. Estudiante de la Maestría en Desarrollo Regional (ULA), la Maestría en Ciencias Políticas (ULA) y el Doctorado en Educación (ULA). He sido profesor de: Metodología I (Derecho); Metodología II (Derecho); Investigación Educativa (Educación); Lectoescritura y Metodología del Estudio (Derecho); y Psicología General (Programa de Profesionalización Docente) en la ULA-NURR. Actualmente ejerzo como docente en el área de Sociología, adscrita al Departamento de Ciencias Sociales en el mencionado Núcleo de la Universidad de Los Andes. En este espacio espero compartir contenidos de relevancia, pertinencia e interés para los usuarios de las diversas plataformas inherentes a la web 2.0. Auguro nuestra interacción resulte gratificante, fructífera y provechosa. En definitiva, si deseas conocerme, entonces conóceme por lo que escribo. Mucho gusto... ¡Bienvenidos!

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