miércoles, 3 de marzo de 2021

Platón y la alegoría de las nuevas tecnologías. | untoquedefrescura 

 

INTRODUCCIÓN

La constitución del saber filosófico constituye la base gnoseológica y epistemológica desde la cual se cimienta la estructuración de las ciencias modernas y sus respectivas lógicas de sentido en torno al mundo-de-la-vida, cuyo principal interés ha gravitado en conferirle al hombre un rol estelar en la comprensión de los diversos fenómenos que circundan su entorno social y condicionan su existencia y devenir histórico. Lo cual, indubitablemente, remite a las diversas iniciativas que desde la Antigüedad han emergido para desmitificar todos aquellos conocimientos en torno a la realidad, sobre todo limitados a lo aparente, sin ir al escudriñamiento de lo esencial y lo sustancial de las cosas. 


En este sentido, la filosofía platónica representa uno de los principales aportes teórico-reflexivos en Occidente para la explicación del mundo, a partir del cuestionamiento de lo dado y lo evidente, que se ciñe exclusivamente a las opiniones espontáneas y acríticas constitutivas del sentido común (doxa) o, en su defecto, a las trampas del empirismo que se reducen a afirmar que lo verdadero sólo es aprehensible con base en lo sensible, desdeñándose así de lo racional como forma de conocimiento. Así pues, epistemológicamente constituye un esfuerzo para discernir entre lo objetivo y lo subjetivo de una investigación, lo cual se evidencia a través de la contrastación entre lo trascendente o lo ideal y lo ilusorio.

            Por tal motivo, se presenta a la alegoría de la caverna de Platón como una forma de retratar el proceso de construcción y asimilación de la episteme, en tanto conocimiento congruente, consistente y verosímil, a partir del cual debe fundamentarse la organización de la sociedad. Lacónicamente, esta narrativa da cuenta sobre el sustrato filosófico en el que ha de fundamentarse todo orden político que persiga la verdad y el Bien. 

 

ALEGORÍA DE LA CAVERNA DE PLATÓN Y SUS IMPLICACIONES ONTOEPISTEMOLÓGICAS

En el ámbito epistemológico referido a la producción de saberes, la sistematicidad y rigurosidad proporcionada por el método es fundamental para depurar todos aquellos elementos que impiden un abordaje verosímil de los diversos fenómenos y procesos (tanto físico-naturales como sociales y psicológicos) constitutivos del mundo de la vida y la realidad en la que éste se sustenta. Por tal motivo, en el marco del desarrollo de una orientación racional para explicar y entender el cosmos, la physis y el nomos, la filosofía griega clásica asienta las bases y los pilares fundamentales en virtud de las cuales desmitificar todas aquellas lecturas sobrenaturales, especulativas y espontáneas en torno a lo humano, poniendo hincapié en la imperiosa necesidad de formar individuos capaces de valerse de sus propios conocimientos en aras de coadyuvar con el mejoramiento de la esfera pública (polis) y, por lo tanto, de sus condiciones existenciales, las cuales son insoslayables del mundo de la política.

En este sentido, la alegoría de la caverna de Platón elucida sistemáticamente el proceso progresivo de adquisición de conocimientos tendientes a la búsqueda de la verdad más allá de lo dado y lo evidente, poniendo de relieve así que en la gestación del pensamiento filosófico es menester discernir entre las especificidades del mundo sensible y el mundo inteligible; diferenciación que Platón toma particularmente de Parménides y su discípulo, Zenón de Elea, para quienes el conocimiento verdadero y genuino trasciende los criterios materialistas de la existencia, focalizándose en lo eterno, lo inmutable y lo estático, primordialmente en lo atinente a la noción de Idea, fundamentada en la perspectiva pitagórica con base en el orden geométrico (Morente, 1983). Así pues, la alegoría platónica de la caverna arguye que para la consolidación del conocimiento filosófico, que comprende el abordaje de la totalidad, habida cuenta de que el ser es ontológicamente indiviso (e indivisible), es fundamental superar aquellas prenociones derivadas del cúmulo de experiencias formado por criterios empíricos, a partir de las percepciones sensoriales en torno a la realidad.

En sí, lo neurálgico de la filosofía platónica estriba en que la búsqueda de la verdad implica un proceso de reflexión y de contemplación que trasciende lo transitorio, lo dinámico y lo cambiante, puesto que lo sensible representa las sombras efímeras que se proyectan en la oscuridad cavernosa; construcciones y referencialidades inveteradas o arraigas en el inconsciente colectivo, que propician la aceptación y la legitimación del paradigma o modelo prevaleciente en el orden social, cuyo basamento se patentiza en el carácter convencional o aparente de las cosas que integran el statu quo. Y es que, precisamente, la perspectiva platónica asume esta posición ontológica al apoyarse en la visión parmenídica en torno al Ser, cuando se aduce que lo transitorio y lo efímero se asocian al No-Ser, entendiéndose por éste como la fuente de todas las contradicciones y falsedades existentes (Policarpo, 2017).

Con respecto a este asunto es conveniente destacar que, de acuerdo con la perspectiva platónica, “las ideas son (…) las únicas realidades que existen (…), puesto que las cosas que vemos y tocamos son sombras efímeras” (Morente, 1983: 80).  No obstante, el salto cognitivo que se requiere para transitar del plano de lo efímero (No-Ser) al ámbito de lo trascendente y lo contemplativo (Ser), resulta asaz intrincado e inextricable en tanto en cuanto los individuos ciñen sus realidades particulares a formas de conocimiento jerárquicamente inferiores, inherentes a un sentido común en el que confluyen elementalmente lo mítico y lo religioso (Candel, 2007), pues su cotidianidad, psicosociológicamente, se desenvuelve en instancias enunciativas signadas por las creencias, dado que su mundo primordial se configura con base en tales esquemas cognitivos que se circunscriben en la práctica y exclusivamente para ella (Ortega y Gasset, 1945; Bourdieu et al., 2008).

Desde una perspectiva reflexiva, el sustratum filosófico de esta alegoría gira en torno al cuestionamiento de la conformidad palmaria, por parte de las masas, de vivir en función de lo aparente, desdeñando de lo sustancial y esencial, lo cual imposibilita, indubitablemente, la construcción de un Estado ideal (República) donde pueda sustanciarse el Bien en todas sus manifestaciones. Por esta razón, Platón plantea la estructuración de una paideia que permita la formación de ciudadanos virtuosos que sean capaces de llevar una vida buena, desde el punto de vista ético-estético-político, bajo la égida de un filósofo-rey que sea capaz de comprender que todo ejercicio del poder debe basarse en un conocimiento exacto (ya que la opinión es incompetente), enmarcado en una realidad trascendente y ultramundana, con el propósito de evitar, en la medida de lo posible, cualquier situación de discordia que vulnere la armonía que requiere todo orden social para su desarrollo y consolidación (Sabine, 1994).

Siendo esto así, la discordia se concibe como la principal manifestación de corrupción en la esfera de lo público, donde “nacen los males del desmembramiento del cuerpo social, la escisión en partes antagónicas (…), en suma, el peor de los males, la anarquía, que representa el fin del Estado” (Bobbio, 2001: 28). Por consiguiente, para la construcción del consenso es pertinente la prevalencia de un orden político sustentado en una forma de conocimiento que privilegie lo objetivo sobre lo subjetivo (perceptual), donde la objetividad constituye un correlato de lo trascendente que se expresa a través de lo ideal y lo racional, a partir de las cosas mismas (que tienen como máxima expresión a los objetos matemáticos), y no de las representaciones o imágenes subjetivas que puedan surgir de lo real stricto sensu, cuya aprehensión y comprensión sólo es posible a través de la formación y el desarrollo de las facultades mentales propias de la intuición intelectual (Blackburn, 2007; Morente, 1983).

De igual manera, otro aspecto a considerar respecto de la alegoría de la caverna es la impronta socrática patente en la filosofía platónica, la cual se pone de manifiesto en el abordaje de la realidad, sobre la base de una teoría de las ideas, que perfila como epistemológicamente verdadero tanto al conocimiento científico como filosófico (episteme), en contraposición con las impresiones mundanas captadas sensorial y perceptualmente por el hombre, y en los que se sustentan sus ilusiones con relación a su existencia en función de lo sensible (doxa). Por ello, la superación de los saberes derivados de la doxa, constituye el propósito pedagógico principal de la filosofía platónica, a partir del cual se concibe que los hombres pueden liberarse de sus ataduras, a través de una concienciación sobre su trasfondo existencial, recurriendo a los preceptos de la mayéutica y la dialéctica para suscitar el interés en torno al mundo intelectual, alusivo a “lo verdadero, lo digno de ser conocido, lo eterno, lo divino en y para sí” (Hegel, 2002: 160).

Finalmente, la relación de este mito platónico con la búsqueda de la verdad puede elucidarse por medio de su sustrato filosófico-teológico, resignificado durante la Edad Media, a partir de las aportaciones del neoplatonismo (principalmente Plotino), para la edificación argumental del cristianismo, desde el cual se subraya la suprema necesidad de negar lo sensible al concebirlo como algo inane y vacuo, a través de la constitución de una filosofía descarnada que cuestiona y reprime lo corpóreo (Blackburn, 2007; Feuerbach, 1984). In nuce: la episteme preconizada por Platón propende a una depuración de lo empírico, ya que constituye el origen del mal que subsume al hombre a lo fantástico, lo ficticio y lo superfluo, suscitándolo a seguir puliendo las cadenas que lo oprimen (Subirats, 1984).

 

CONCLUSIÓN

De acuerdo con lo elucidado en torno la alegoría platónica de la caverna, puede colegirse que todo proceso ontoepistemológico de producción de conocimientos, en el ámbito de las ciencias sociales y humanas, debe fundamentarse en un refinamiento de los discursos del sentido común para así proporcionar explicaciones e interpretaciones fundamentadas argumentativamente en función de lo verosímil, con el objetivo de evitar cualquier tipo de sesgos o posiciones cimentadas en alegatos que distorsionen las lecturas en torno a la realidad. Ello, desde luego, implica generar discursividades epistémicas que se orienten a la desfamiliarización de lo natural que, grosso modo, sirve como sustentación de los saberes fundantes de las relaciones de poder en el orden social, de acuerdo con los intereses manifiestos y latentes de las estructuras de dominación (Bauman, 1994). 

Así, lo cardinal en la formación del científico social radica en propiciar el cultivo tanto de aptitudes como de actitudes, que le permitan al sujeto valerse de su propio entendimiento –Sapere aude!, en términos kantianos- y liberarse de las ataduras que lo oprimen y alienan en el marco de la interacción social. Por lo cual puede plantearse, en definitiva, que críticamente lo que asienta la filosofía platónica es que en la producción de conocimientos científicos es vital asumir una posición cautelosa y mesurada fundamentada en los procesos de vigilancia y ruptura epistemológicas, con el fin de depurar todas las prenociones existentes en torno a determinados fenómenos sociales (Bourdieu et al., 2008). No obstante de ello, y apelando al pensamiento crítico, cabe reconocer que aun cuando la diferenciación entre lo objetivo y lo subjetivo es medular, en el plano de las ciencias sociales y humanas “el ideal de la objetividad estricta es un absurdo” (Polanyi citado por Strasser, 1977: 99). 

 

FUENTES BIBLIOHEMEROGRÁFICAS CONSULTADAS

BAUMAN, Z. (1994). Pensando sociológicamente. Buenos Aires: Nueva Visión.

BLACKBURN, S. (2007). La historia de La república de Platón. Barcelona, España: Random House Mondadori.

BOBBIO, N. (2001). La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. Segunda edición. México D.F: Fondo de Cultura Económica.

BOURDIEU, P., CHAMBOREDON, J-C y PASSERON, J-C. (2008). El oficio de sociólogo: presupuestos epistemológicos. Segunda edición. México D.F: Siglo Veintiuno Editores.

CANDEL, M. (2007). “Introducción”, en PLATÓN (1984). La República o el Estado. Segunda edición. Madrid: Editorial Espasa-Calpe. Pp. 9-53.

FEUERBACH, L. (1984). Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Principios de la filosofía del futuro. Barcelona, España: Ediciones Orbis.

HEGEL, G.W.F (2002). Lecciones sobre historia de la filosofía II. México D.F: Fondo de Cultura Económica.

MORENTE, A. (1983). Lecciones preliminares de filosofía. Sexta edición. México D.F: Editores Mexicanos Unidos.

POLICARPO, A. (2017). “La génesis del conocimiento: de la sensación a la razón”, en Educere. La Revista Venezolana de Educación, 21 (69). Mérida, Venezuela: Universidad de Los Andes.

ORTEGA Y GASSET, J. (1945). Ideas y creencias. Tercera edición. Buenos Aires: Editorial Espasa-Calpe.

SABINE, G. (1994). Historia de la teoría política. Tercera edición. México D.F: Fondo de Cultura Económica.

STRASSER, C. (1977). La razón científica en política y sociología. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

SUBIRATS, E (1984). “Prólogo: La filosofía y la carne”, en FEUERBACH, L. (1984). Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Principios de la filosofía del futuro. Barcelona, España: Ediciones Orbis. Pp. 9-15.

            

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