Concomitantemente a esos rasgos de racismo vergonzoso, hay elementos de clasismo que son configurados por los estereotipos construidos en función de la raza. Por favor no se interprete esta elucidación de modo determinista, pues, simple y lisamente, constituye un tipo ideal (en términos sociológico-weberianos) que nos permite aproximarnos a la realidad social.
En este orden de ideas, para nadie es un secreto que las manifestaciones de clasismo que se ponen de relieve en el orden interaccional cotidiano, se hallan ostensiblemente condicionadas por ciertos estereotipos y prejuicios con connotación racial, habida cuenta de que es menester comprender cuáles han sido las correlaciones entre grupo étnico y raza y sus posiciones a nivel de la estratificación social de la población venezolana. Y fíjese, querido lector, ello tiene su fundamentación hermenéutica. Si revisamos el grandioso texto de “Los laberintos de los tres minotauros” del Dr. José Manuel Briceño Guerrero, podremos colegir que las cosmovisiones atinentes al discurso mantuano (sí, nos remite al periodo colonial y a las ideas de las élites del poder de entonces), que preconizaban la necesidad de blanquear la sociedad y la cultura, se encuentran profundamente inveteradas en nuestra psique colectiva no sólo expresándose de manera consciente, sino también en lo inconsciente (en términos psicodinámicos).
Conviene a este respecto recordar: cómo bajo estas formas de exclusión y discriminación sociales se gesta el clivaje fundamentado en la dicotomía Civilización versus Barbarie (Domingo Faustino Sarmiendo "dixit"), donde la civilización es viable si, y sólo si, se adoptan los patrones epistémicos propios del euroccidentalismo, quedando la barbarie representada por la otredad inherente a las culturas de los pueblos indígenas, la negritud y lo mestizo, concebidas como óbices para el desarrollo de nuestras sociedades latinoamericanas. He allí la insistencia del proyecto político positivista venezolano, a inicios y a mediados del siglo XX, en fomentar y promover la migración europea a nuestro territorio, pues bajo tal perspectiva se consideraba a la sociedad venezolana como culturalmente atrasada. Este era el pretexto al cual se recurría desde el positivismo para justificar al autoritarismo como forma de ejercer el poder político.
Ahora bien, ¿acaso usted no ha escuchado frases tales como “hay que mejorar la raza”? Dicho sea de paso, enunciadas por personas de tez oscura. Y sí así lo desea, puede recurrir a la negación como mecanismo de defensa del yo, aludiendo a que se trata de un chiste, una jocosidad o un “chalequeo propiamente venezolano” (porque somos “jodedores” y qué le vamos a hacer). Empero no olvidemos el trasfondo psicoanalítico de los chistes, en tanto enmascaramiento de ciertos prejuicios o ideas provenientes del “ello” freudiano.
En este sentido, a partir de tales representaciones sociales se configuran diversas formas de ser, pensar, actuar y sentir de acuerdo con el estrato socioeconómico en el que se ubica el sujeto, aunado a su acervo cultural adquirido; lo cual es definido sociológicamente por Pierre Bourdieu a través de la categoría de “habitus”. Así, son las diferencias existentes en términos de “habitus” las que pueden explicar en parte las diferencias, conflictos y tensiones que surgen entre los mismos venezolanos en su cotidianidad como sujetos migrantes. Sobre todo, cuando hay una identificación in secula seculorum con la clase media -aun cuando no haya condiciones materiales que ubiquen a la mayoría de migrantes venezolanos en esa posición social, ya que muchísimos viven en condiciones de pobreza-. No olvidemos que esas formas de leer el mundo social fueron condicionadas por la coyuntura de bonanza petrolera, donde muchos consideraban que “tenían a Dios agarrado por la chiva”, puesto que “Venezuela es un país rico y petrolero”.
En definitiva, son los elementos de distinción -como
diría Bourdieu- los que pautan nuestros esquemas de socialización en la
cotidianidad, son esos esquemas los que nos predisponen a distanciarnos o
aproximarnos a determinados grupos sociales y personas. Que algunos etiqueten
despectivamente al otro de acuerdo con sus maneras de hablar, vestirse,
comportarse, caminar, entre otros, tiene su explicación sociológica, estimado
lector: “habitus” y “distinción”. Y ello puede notarse entre venezolanos ya sea
en Perú, Colombia, Venezuela, Chile o donde fuere.
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