viernes, 2 de junio de 2017




A guisa de exordio la innovación social, en tanto constructo teórico, puede conceptuarse como un proceso, producto o programa de índole inclusiva/incluyente que tiende a la incorporación e incardinación de los ciudadanos en los procesos decisorios, cimentados en la definición de los problemas y el empleo de iniciativas sinérgicas y cooperativas público-privado-comunitarias, en función de la búsqueda de diversas soluciones a situaciones problemáticas, conflictivas y de disensión, manifiestas o latentes. Lacónicamente, el innovador busca, responde, aprovecha y explota al máximo las diversas oportunidades y dinámicas de cambio social que se susciten en un momento dado, en función de sus valores, intereses y expectativas económica, política o culturalmente relevantes[i].
            Desde una perspectiva sociológica, el proceso de innovación puede entenderse como la inserción, adopción y ejecución de una nueva técnica, ya sea, de control, administración, organización, comunicación o intervención, en un determinado sector o ámbito de la sociedad, cuyo diáfano propósito gira en torno a la mitigación de una amalgama de problemas inherentes a un entorno social-natural concreto[ii]. De igual manera, este proceso también implica adaptación, por parte de los sujetos, a las diversas dinámicas de cambio societal con el objeto de generar nuevos esquemas conductuales/comportamentales, que les incite ir más allá de lo dado o lo establecido en el orden social.
            En este sentido, para la comprensión proba de los procesos de innovación social es menester dilucidar sus respectivas fases, en virtud de las cuales pueda ubicarse este objeto de estudio sobre la base de lo gestáltico. Así pues, en primer lugar se pone de relieve un conjunto de demandas sociales sobre las cuales se formulan ciertas propuestas, racional y creativamente estructuradas a partir de lo diagnóstico; de allí, se produce la creación de prototipos o pilotos, que pretenden la ejecución y la corporeización de los marcos de acción colectiva en torno al problema; desde esta perspectiva, resulta imperativo prevalezca la sostenibilidad de la acción social, ciñéndose a la viabilidad económica, político-institucional, sociocultural y ecológica de las propuestas; para que así se ponga patente su ampliación y difusión, cuya ratio consiste en que estas ideas socialmente innovadoras se reproduzcan en otras latitudes; orientándose fundamentalmente al cambio sistémico, es decir, a la materialización sistemática de nuevas maneras de ser, pensar y actuar (cambios en los imaginarios, mentalidades y representaciones sociales) que coadyuve con la articulación de prácticas políticas, económicas y culturales más descentralizadas, cooperativas, horizontales, participativas y co-gestionarias[iii].   
            In nuce, un asunto neurálgico a considerar estriba en que la innovación social y el desarrollo local son insoslayabes en cuanto tienden al mejoramiento de las condiciones materiales e inmateriales de vida de los actores sociales en sus entornos circundantes, a partir de las alianzas estratégicas entre agentes públicos y privados, la optimización de los recursos endógenos y la ampliación/potenciación de las capacidades humanas[iv]. Ergo, lo medular de los procesos de innovación social, respecto al desarrollo local, está intrínsecamente vinculado con el concepto de democracia efectiva[v], que se encauza hacia una economía, una cultura y un régimen que propicien el empoderamiento humano; o sea, un entramado de recursos de acción, valores de autoexpresión e instituciones políticas y sociales que permitan, motiven y den derecho a las personas a gobernar sus vidas, sobre la base de la confianza y la cooperación (capital social)[vi].
            Finalmente, en el marco de los procesos de innovación social resulta nodal la capacitación del personal docente a partir de los esquemas atinentes a la educación formativa, en virtud de los cuales se concatenen la investigación participativa, la co-construcción del conocimiento y la educación en acción como contraposición de las concepciones digestivo-bancarias y mecanicistas en torno a las interacciones de enseñanza-aprendizaje[vii], cuyo propósito se focaliza a la reducción de la vulnerabilidad de las personas y su entorno social, así como al robustecimiento de la resiliencia, a través del forjamiento del carácter y el cuidado de sí[viii]. Consecuentemente, este tipo de iniciativas conllevan a la asunción de una perspectiva societaria de las políticas públicas y de las acciones de emprendimiento que se deslastra de lo estatalista-asistencialista, lo patrimonialista y lo político-clientelar, en pos de ejercer un influjo significativo en el empoderamiento de los actores sociales en tanto seres autónomos con capacidad de transformación social.


NOTAS BIBLIOHEMEROGRÁFICAS


[i] DRUCKER, Peter (1985). La innovación y el empresario innovador. Barcelona, España: Editorial Edhasa.
[ii] GALLINO, Luciano (2008). Diccionario de Sociología. Quinta edición. México D.F: Siglo veintiuno editores.
[iii] MURRAY, CAULIER-GRICE y MULGAN (2010). Social innovator series: Ways to design develop and grow social innovation. The open book of social innovation. Consúltese también: ABREU QUINTERO, José (2011). “Innovación social: Conceptos y Etapas”, en Daena: International Journal of Good Conscience, 6 (2). Monterrey, México: Instituto de Estudios Superiores Spenta México. Pp. 134-148;  AGUILAR VILLANUEVA, Luis (2010). Gobernanza: El nuevo proceso de gobernar. México D.F: Fundación Friedrich Naumann para la Libertad.
[iv] PNUD (1990). Desarrollo Humano. Informe 1990. Bogotá: Tercer Mundo Editores. Véase también: SEN, Amartya (2000). “El desarrollo como libertad” en Gaceta Ecológica, n° 55. México D.F: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Pp. 14-20.
[v] WELZEL, Christian e INGLEHART, Ronald (2009). “El rol de la gente común en la democratización”, en Journal of Democracy en Español, 1. Santiago de Chile: International Forum for Democratic Studies del National Endowment for Democracy/ Instituto de Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile. Pp. 174-190.
[vi] KLIKSBERG, Bernardo (2001). El capital social. Dimensión olvidada del desarrollo. Caracas: Universidad Metropolitana/Editorial Panapo.
[vii] FREIRE, Paulo (2008). Pedagogía del oprimido. Tercera edición. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
[viii] BRACHO, Luis Alberto (2014). Michel Foucault y el cuidado de sí. Notas sobre la relación ética, estética y política. Caracas: bid & co. Editor/ Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida (FUNDECEM).



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